Soldado del espíritu, el investigador defiende a su patria con el microscopio, la balanza, la retorta o el telescopio (Santiago Ramón y Cajal)

23 noviembre, 2022

La Botánica en México, Vicente Cervantes

Vicente Cervantes Mendo nació en Ledrada (Salamanca) en 1785, población perteneciente al obispado de Plasencia (Cáceres). Era un hombre con una formación científica espléndida: tenía unos conocimientos botánicos excelentes, había estudiado medicina, era buen filósofo, buen químico y farmacéutico. Dominaba, además, la lengua francesa y era, según su maestro, el botánico Casimiro Gómez Ortega (1741-1818), un hombre “de capacidad, instrucción y lucimiento”.
Su vida transcurrió en la Península (1758-1787), en el virreinato de Nueva España (1787-1821) y en el México después de la independencia (1821-1829). Formó una familia en Nueva España y así, tuvo dos hijos, Julián que aunque destacó por sus conocimientos botánicos se dedicó a la vida religiosa y Mariana, que se interesó por la astronomía.
Cervantes abandona la Península y marcha a México. Desde su llegada al continente americano, en 1787, para ocupar el cargo de catedrático del Real Jardín Botánico de la capital mejicana, el nombre de Cervantes se va a ligar el resto de su vida a esa ciudad, a su Real Jardín Botánico y al estudio y enseñanza de la ciencia de las plantas.

El castellano va al Nuevo Continente como integrante de una de las más importantes expediciones científicas hispanas del siglo XVIII: la que había de estudiar la historia natural de territorios de Nueva España y otras regiones cercanas: desde San Francisco, en California, hasta la población de León en Nicaragua, la isla de Nukta, en el archipiélago de Vancouver, El Salvador, Guatemala, y las islas de Santo Domingo, Puerto Rico y Cuba. La Expedición ocupó el periodo comprendido entre 1787 y 1803, lo que supuso que fuera la de más duración de las que con categoría científica promoviera la Corona de España. El origen de la misma se encuentra en la personalidad de tres españoles: el ímpetu científico del médico aragonés, a la sazón residente en México, Martín de Sessé y Lacasta (1751-1808), el impulso que desde la capital del Reino ejerce el sabio, ya citado,  Gómez Ortega y el propicio ambiente cultural español fruto de los deseos de Carlos III.
Carlos III

El jefe de la Expedición era Sessé y el personal más cualificado de la misma lo constituían, además de Vicente Cervantes, Juan Diego del Castillo, José Longinos Martínez y Jaime Senseve.
Aunque la exploración científica de Nueva España estaba destinada a ampliar los conocimientos de la naturaleza de ese territorio, la tenacidad de Sessé por un lado y la sabiduría científica, didáctica y pedagógica de Cervantes por otro hicieron que, además, la botánica adquiriera una importancia capital en la vida cultural y científica de la ciudad de México.
El castellano ejerció durante treinta años como docente de la cátedra de Botánica, en la que explicaba las etimologías griega, latina y mejicana de cada planta, sus virtudes terapéuticas y los usos económicos de los distintos vegetales. Sabemos que utilizó el mismo libro que los alumnos que recibían clase en el Jardín Botánico madrileño, esto es, el Curso elemental de Botánica de Casimiro Gómez Ortega y Antonio Palau Verdera (1734-1793). Es significativo que se creara la obligatoriedad de la asistencia a las clases de Botánica de los estudiantes de medicina.
Alexander von Humboldt (1769-1859), el más importante de los naturalistas de la época, conoció la labor científica y didáctica del Cervantes y le llamó sabio, su maestro en el Jardín Botánico de Madrid, Casimiro Gómez Ortega, dijo de él que era un hombre excepcional y José García Ramos enalteció su obra poco después de la muerte del extremeño.
Su trabajo no pasa desapercibido: más de 300 especies vegetales nuevas clasificadas por él fueron enviadas a la península Ibérica desde el Jardín de la capital de Nueva España; muchas publicaciones salieron de su pluma; numerosos discípulos se formaron en su cátedra; de entre ellos destacó José Mariano Mociño (1757-1819), que se  incorporó a la expedición en 1790.
Antes de finalizado el siglo XVIII, Cervantes había publicado quince obras de tema botánico, algunas de las cuales se han perdido. Fueron trabajos de carácter general y científico, sobre plantas peninsulares, sobre especies botánicas del Nuevo Mundo y, por último, con contenido destinado a la enseñanza de futuros botánicos y farmacéuticos.
Escribió una obra que sirvió de base a la moderna farmacopea mejicana, el Ensayo a la Materia Médica Vegetal de México, que no se editó hasta casi finalizado el siglo XIX. Fue en los postreros años del Ochocientos cuando se publicaron las dos obras que vienen a ser una especie de resumen de los hallazgos botánicos de la Expedición: Plantae Novae Hispaniae, y Flora Mexicana. Ambas vieron la luz en México: fueron editadas por la Secretaría de Fomento y estaban escritas en latín. Sin embargo, hay que destacar, con el fin de aclarar los hechos, que las dos fueron publicadas con la sola autoría de Sessé y ¡Mociño!, quizá porque éste último era el único que había nacido en territorio mejicano. Suponemos que el fervor nacionalista después de la independencia hizo perder la memoria a los editores de las obras citadas y olvidarse de que tanto Plantae Novae Hispaniae como la Flora Mexicana eran obras eminentemente colectivas. Además, también hay que tener en cuenta que la redacción de las mismas se debió, probablemente, a Sessé, que el español Mociño (criollo, nacido en México) no participó en las dos primeras campañas de la Expedición (en 1789 era todavía alumno de Cervantes) y que el más experto botánico de los expedicionarios era Cervantes (todo ello sin olvidar la labor de Castillo y de Longinos).
Los dos textos nos muestran que los científicos habían estudiado y descrito los vegetales, mayoritariamente, por su interés florístico, en segundo lugar por su utilidad medicinal y, en escasa proporción, por razones alimenticias, industriales u ornamentales.
En 1821 Nueva España se hace independiente. Muchos españoles son expulsados, bastantes mueren fusilados y los numerosos peninsulares que ocupaban cargos públicos son despojados de los mismos, pero el Gobierno del México Independiente hizo una sola excepción en la persona y familia de Vicente Cervantes: le fueron reconocidos sus servicios y se le propuso continuar en el nuevo Estado. El extremeño acepta y así su vida y su muerte, ochos años después y cuando contaba setenta y cuatro, quedaron ligadas permanentemente a México, capital de la antigua Nueva España. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario