Parece difícil utilizar un concepto que precise claramente lo que es una especia, ya que es un término que no se ajusta estrictamente a la definición de, por ejemplo, nuestro Diccionario de la RAE, que restringe la denominación de especia a sus aspectos gastronómicos: “Sustancia vegetal aromática que sirve de condimento”. Y es que el concepto de especia es diferente para un botánico, un químico, un cocinero...
El encanto por estos productos ocurrió
siempre en nuestra cultura porque, contrariamente a la opinión más general de
que las especias volvieron a la cocina europea con los cruzados, lo cierto es
que nunca la abandonaron y como afirma Jack Turner: “los invasores godos que
asediaron el desmembrado imperio occidental se aficionaron en particular a la
pimienta de los romanos”. Y es que las especias han acompañado la alimentación
desde siempre y han sido utilizadas, al menos en parte, para contrarrestar
sabores demasiado ácidos, salados o incluso otros más desagradables. También
aparecieron, desde un primero momento, los utensilios para el uso de estos
productos, como los pimenteros de plata del mundo romano utilizados para acompañar un plato de
jabalí o modificar el sabor del vino falerno.
Además, la gente era seducida por estos
productos que, a veces, fueron ofrecidos a los dioses o usados como protectores
del maligno. Se encontraban en tierras desconocidas y si eran caros... algo
tendrían.
El uso médico de las especias es la causa principal por la que el comercio, a larga distancia, se mantenga en la Alta Edad Media y su utilización como sustancias preventivas hace que un enfermo de peste pueda ser visitado por una persona que queda “inmunizada” con tal de que se meta en la boca un pedazo de mastique, canela, raíz de cedoaria, una semilla de clavo o algunas otras.
Es cierto que las especias eran parte fundamental de la farmacopea y de la medicina medievales: las especias y las medicinas eran, en muchísimas ocasiones, la misma cosa y, por eso, en italiano se utiliza la palabra speziale para designar a un farmacéutico.
Pronto las especias se incorporaron a la dieta ya que, según la medicina hipocrática, tenían un carácter seco y caliente y su utilización iba a mejorar las características de muchos alimentos. Por otra parte, en las casas de las personas con posibles se podía encontrar un especiero, que venía a ser una persona intermedia entre un boticario y un asesor doméstico. Hoy día una de las acepciones que da el Diccionario de la RAE para ese término, en desuso, es el de “hombre que preparaba y expendía medicinas”. Fíjese el lector que dice medicinas.
Mucha gente cree que en la Europa medieval sólo se comía carne podrida y había, por ello, que especiarla, pero es difícil entender que se echen caras especias a la carne mala y barata. Y es que en la Edad Media las especias fueron incorporadas a muchos platos de la cocina y, entre otras cosas, mejoraron la rigurosa dieta de la Cuaresma y también ayudaron a la conservación de los vinos y cerveza.
Pero también, para completar su valor, las especias tenían una gran impronta en lo que al erotismo se refiere. Constantino el Africano, intelectual importante del siglo XI —autor del libro De coitu, el tratado de “sexología” más significado en la Edad Media—, otorga a las especias un gran predicamento: especias contra la impotencia, para recuperar el vigor sexual, para reforzar la libido y... en estos años, como la impotencia era “fría” y el deseo “caliente”, las especias, que era productos que calentaban, constituían unos excelentes afrodisiacos.
El coste de las especias hizo que
durante muchos siglos fueran una variedad de moneda universal pero, queda
claro, empero, que las especias han tenido un gran atractivo a lo largo de la
historia por otras peculiaridades y su valor económico fue un señuelo que quedó enmascarado por
cualquier otro valor. Lo cual no implica que no fueran demandadas por razones
financieras y, por ejemplo, la
expedición de Magallanes fue “rentable” económicamente gracias al cargamento de
clavo que trajo Elcano desde las Molucas.
En muchos libros escritos por españoles hay referencias a las especias y esto consta en la bibliografía de escritores y personajes de obras de nuestra literatura clásica: don Juan Manuel, el Arcipreste de Hita, Pero López de Ayala, Cervantes, etc.
El uso médico de las especias es la causa principal por la que el comercio, a larga distancia, se mantenga en la Alta Edad Media y su utilización como sustancias preventivas hace que un enfermo de peste pueda ser visitado por una persona que queda “inmunizada” con tal de que se meta en la boca un pedazo de mastique, canela, raíz de cedoaria, una semilla de clavo o algunas otras.
Es cierto que las especias eran parte fundamental de la farmacopea y de la medicina medievales: las especias y las medicinas eran, en muchísimas ocasiones, la misma cosa y, por eso, en italiano se utiliza la palabra speziale para designar a un farmacéutico.
Pronto las especias se incorporaron a la dieta ya que, según la medicina hipocrática, tenían un carácter seco y caliente y su utilización iba a mejorar las características de muchos alimentos. Por otra parte, en las casas de las personas con posibles se podía encontrar un especiero, que venía a ser una persona intermedia entre un boticario y un asesor doméstico. Hoy día una de las acepciones que da el Diccionario de la RAE para ese término, en desuso, es el de “hombre que preparaba y expendía medicinas”. Fíjese el lector que dice medicinas.
Mucha gente cree que en la Europa medieval sólo se comía carne podrida y había, por ello, que especiarla, pero es difícil entender que se echen caras especias a la carne mala y barata. Y es que en la Edad Media las especias fueron incorporadas a muchos platos de la cocina y, entre otras cosas, mejoraron la rigurosa dieta de la Cuaresma y también ayudaron a la conservación de los vinos y cerveza.
Pero también, para completar su valor, las especias tenían una gran impronta en lo que al erotismo se refiere. Constantino el Africano, intelectual importante del siglo XI —autor del libro De coitu, el tratado de “sexología” más significado en la Edad Media—, otorga a las especias un gran predicamento: especias contra la impotencia, para recuperar el vigor sexual, para reforzar la libido y... en estos años, como la impotencia era “fría” y el deseo “caliente”, las especias, que era productos que calentaban, constituían unos excelentes afrodisiacos.
Clavo |
En muchos libros escritos por españoles hay referencias a las especias y esto consta en la bibliografía de escritores y personajes de obras de nuestra literatura clásica: don Juan Manuel, el Arcipreste de Hita, Pero López de Ayala, Cervantes, etc.
De entre los autores españoles que
aportaron información de interés sobre estas sustancias se puede destacar al
que fuera obispo de Sevilla San Isidoro (ca. 560-636) que, en sus Etimologías, da cuenta, por ejemplo, de
que el “árbol de la pimienta nace en la India” y además da consejos para evitar
el engaño de los mercaderes: “la pimienta es ligera cuando es antigua; en
cambio, si pesa es nueva”. Más tarde, hizo mención a ellas el polígrafo
franciscano medieval Juan Gil de Zamora (ca. 1240- ca. 1320), autor de Liber de Historia Naturali, un resumen y
actualización de los conocimientos sobre los fenómenos naturales: cosmos,
anatomía humana, enfermedades, vegetales, animales, etc., una de las diversas
enciclopedias científicas que se generalizaron en nuestro continente desde el
siglo XIII. En el siglo XV Rodrigo Sánchez de Arévalo (1404-1470), obispo que
fue de Oviedo,
Zamora, Calahorra y Palencia, ya consideraba que los boticarios eran los que
adulteraban las especias. Después, el médico sevillano de los siglos XV y XVI
Diego Álvarez Chanca, que acompañó a Colón en su segundo viaje refiere, entre otras plantas, la existencia
de “un árbol cuya hoja tenía el más fino olor de clavo que nunca vi...” y
piensa que era laurel. También el geógrafo sevillano Martín Fernández de Enciso
(ca. 1469- ca. 1533), que fue el autor de una Suma de geografía (1519) — la primera geografía general que se
ocupó del Viejo y Nuevo mundo— en la que se “equivoca” en la medida de la legua
por lo que la esfera portuguesa de exploración se reduce bastante de manera
que, acaso, así se favorecía el control
de las islas de las especias por parte de los españoles. Finalmente, el médico
y naturalista Cristóbal de Acosta (ca. 1515-ca. 1592.) escribió un Tractado de las drogas, y medicinas de las
Indias orientales en el que cita numerosas especias: juncia, canela, pimienta negro, pavate, clavo de olor,
nuez moscada, macis, tamarindo, avellana india, tuna, datura, etcétera.
Imágenes: (https://historia.nationalgeographic.com.es/a/tesoro-hoxne-mayor-botin-britania-romana_12776 )
Curioso e interesante.
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