Soldado del espíritu, el investigador defiende a su patria con el microscopio, la balanza, la retorta o el telescopio (Santiago Ramón y Cajal)

13 noviembre, 2022

Iniciativas científicas de los jesuitas

 

Los jesuitas españoles habían creado en Bilbao, en 1866, la Universidad Católica de Deusto y en 1892 la Pontificia de Comillas y es que esta orden religiosa destacó principalmente en tres campos de actuación: la enseñanza secundaria, los estudios superiores y los aspectos meramente religiosos.

Los jesuitas han estado siempre relacionados con el mundo de la ciencia, sus instituciones científicas han sido en numerosas ocasiones pioneras, sus hombres han sido, muchas veces, hombres importantes en el ámbito científico. Bastará recordar algunos muy destacados internacionalmente: el polifacético científico alemán alemán Athanasius Kircher (1602-1680), el astrónomo y matemático croata Ruder Boskovic (1711-1787), el astrónomo italiano Angelo Secchi (1818-1878), el paleoantropólogo francés Pierre Teilhard de Chardin (1881-1955), etc.

La fundación del Observatorio de Cartuja, en Granada, fue una iniciativa del jesuita Juan de la Cruz Granero, un hombre aficionado a la astronomía. Por otra parte, los jesuitas tenían una tradición en los estudios sismológicos y, en este sentido, hay que recordar que desde 1865, la misión de Filipinas, mantenía el Observatorio Meteorológico de Manila que fue el primero, entre los españoles, que tenían un registro instrumental de los terremotos.

Observatorio de la Cartuja-1902

La idea inicial era fundar un  Observatorio dependiente del Colegio Noviciado del Sagrado Corazón, de la Compañía de Jesús, para que los futuros jesuitas tuvieran una buena formación científica. La ubicación en la localidad andaluza era muy lógica, por la razón de formar parte de la comarca con más sismicidad de la península Ibérica, donde todavía quedaba el recuerdo del terremoto de 1884, que había tenido unas fatales consecuencias en las provincias de Málaga y Granada.

Granero realizó un viaje a diferentes países europeos con el fin de informarse de importantes estudiosos de la astronomía, meteorología y sismología con el fin de comprar materiales y contratar aparatos. Se relacionó con científicos y trajo a Granada aparatos con los que empezó a funcionar el Observatorio: un telescopio, dos péndulos ecuatoriales, un microsismógrafo, etc.

Los jesuitas también iban a crear en Madrid un centro de referencia. En 1903, Nicolasa Gallo-Alcántara y Sibes, viuda que era de Diego Fernández Vallejo, marqués de Vallejo, que deseaba continuar o ampliar las obras benéficas que había hecho su marido, se puso en contacto con el jesuita madrileño Isidro Hidalgo para que la Compañía crease una obra “para moralizar a los obreros y a los hijos de éstos”. Quieren hacer algo más importante que un “Círculo” de primeros estudios para los obreros, desean darles una formación técnica que pueda completarse con unos estudios de ingeniería. Además, se quiere hacer un Colegio de Segunda Enseñanza que atienda a las clases medias.

Laboratorio del ICAI

Los autores de esta obra fueron varios jesuitas. El padre Ángel Ayala viaja a Bélgica y Francia con el fin de asesorarse en la nueva obra. Así, en Lieja conoce el Instituto Gramme y en Lille el ICAM (Institut Catholique d'Arts et des Métiers), inspirador del nombre del Instituto madrileño; también participan otros religiosos como Agustín Pérez del Pulgar y Félix García-Polavieja, lo que no obvia la colaboración de seglares cualificados entre los que hay que destacar a Mariano Bastida, ingeniero industrial.

Lo interesante y novedoso del proyecto educativo era el Instituto Católico de Artes e Industrias (ICAI), donde inicialmente se cursaban dos tipos de enseñanza: una de aprendizaje dirigida a los obreros y otra de cuatro años de estudios de peritaje mecánico-electricista. El colegio de enseñanza media tenía un plan propio de Bachillerato con un importante contenido humanístico.

De mayor importancia, los jesuitas crearon en la población tarraconense de Tortosa una agrupación de instituciones científicas, un centro cultural en el que se harían estudios de astronomía, química y biología.  Tortosa era un enclave lógico para los miembros de la Compañía de Jesús ya que, a fin de cuentas, era capital de la “provincia” de la Compañía de Jesús en la que estaba incluida Cataluña. De esta forma, y a partir de 1904, se fundaron tres centros gracias a los esfuerzos intelectuales de tres jesuitas: Ricardo Cirera, Eduardo Vitoria y Jaime Pujiula, ligados respectivamente al observatorio astronómico y a los laboratorios químico y biológico.



El jesuita Ricardo Cirera Salse (1864-1932) fundó en 1904, en la cima de una de las colinas al oeste de la población tarraconense de Tortosa, en Roquetas, el Observatorio del Ebro, con el que se quería estudiar la influencia de la actividad solar en los fenómenos geofísicos. El Observatorio, después de la Guerra Civil, participó en la creación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y en 1991 se integró como Instituto Universitario a la Universitat Ramón Llull. En la actualidad el Observatorio está regido por un patronato.

Al finalizar el año 1905 se terminó de construir, en la base de la colina, el Laboratorio Químico del Ebro. Este Laboratorio fue creado por el jesuita Eduardo Vitoria Miralles, que había regresado poco antes de Lovaina con su flamante título de doctor, fruto de unos años de investigación con el prestigioso Louis Henry (1843 – 1913). En 1916 se trasladó a Sarriá, al lado del Colegio de San Ignacio (de la Compañía) y allí adquirió su actual denominación: Instituto Químico de Sarriá. Este centro fue miembro fundador de la Universidad Ramón Llull, a la que pertenece en la actualidad.

Busto de Pujiula en Besalú

Antes de finalizar el verano de 1908, Jaime Pujiula Dilmé regresa a España, ejerce como docente de Biología en el Colegio de la Compañía de Tortosa y se instala en un local de unos cuarenta metros cuadrados del edificio que se había construido en Roquetas. Esto era el germen de lo que en 1910 se convirtió en el Laboratorio Biológico del Ebro. En 1916, junto con el de química, el Laboratorio Biológico se trasladó a Barcelona, al barrio de Sarriá, y tomó el nombre de Instituto Biológico de Sarriá.

El conjunto científico que formaban el Observatorio y los laboratorios químico y biológico del Ebro, ubicados en las cercanías de Tortosa, se complementó con una revista denominada Ibérica, que fue creada en 1913 por el jesuita, ya citado, Ricardo Cirera.

Ibérica. El Progreso de las Ciencias y sus aplicaciones era una revista de divulgación científica general, la primera española de divulgación científica y tecnológica, pero era también la publicación que los jesuitas tenían, en un primer momento, para dar a conocer los trabajos realizados en el centro de Roquetas.

 

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