Si nos acercamos al Diccionario de la RAE y buscamos epónimo, encontramos la siguiente definición: “Dicho de una persona o de una cosa: Que tiene un nombre con el que se pasa a denominar un ciudad, una enfermedad, un concepto, etc.” Claro que en el etcétera se pueden añadir muchas cosas.
Los epónimos integran nuestro lenguaje desde siempre, aunque son significativamente frecuentes en las palabras de una especialidad y, por ello, en el lenguaje científico. Los epónimos científicos tienen, por otra parte, un interés añadido, en la medida que indican generalmente la prioridad de un descubrimiento.
Si eres goloso y te gusta la tarta
“tarta Sacher”, de chocolate, quizá sepa que se debe a un pastelero austriaco
denominado Franz Sacher (1816-1907), que la montaña Everest se llama así en
honor del geógrafo galés Sir George Everest (1790-1866), que la apertura Ruy
López de los ajedrecistas se debe al sacerdote, más tarde obispo, español (de
Zafra) del siglo XVI Ruy López de Segura y muchos otros ejemplos podríamos
añadir.
En la ciencia no será raro que no haya
visto alguna vez epónimos dedicados a científicos: el famoso teorema del
filósofo y matemático griego Pitágoras; la trompa de Eustaquio, en honor del
anatomista del siglo XVI, nacido de San Severino, Bartolomeo Eustachio o
Eustachi, en latín Eustachius; la
pasteurización, proceso debido al químico y microbiólogo francés Louis Pasteur
(1822-1895); el estrecho de Magallanes en honor del explorador y navegante
portugués Fernando de Magallanes (1489-1521); el síndrome de Down, descrito por
primera vez por el médico inglés John L. H. Down (1828 -1896) etc.
Vamos a centrarnos en los españoles, de
los que voy a poner un ejemplo en diferentes especialidades científicas. Quizá
piense que no hay muchos, que es muy raro encontrar el nombre de un español
entre los epónimos o sus derivaciones y, sin embargo, no es demasiado
infrecuente en algunas especialidades científicas.En
el campo de la medicina el gerundense Gaspar Casal Julián (1680-1759) describió
el “mal de la rosa” en el cuarto libro de su Historia Natural y Médica de El
Principado de Asturias, editada tres años después de su fallecimiento. Esta
patología es la pelagra, debida a un déficit de vitamina B3 (niacina), que
Casal relacionó con la nutrición. El mal de la rosa se denomina también
enfermedad de Casal.
El investigador Aureliano Maestre de San Juan
(1828-1890), maestro que fue de Ramón y Cajal, primer catedrático de Histología
en España (1873), realizó la primera descripción de “hipogonadismo
hipogonadotropo idiopático con anosmia” en 1849, pero se conoce frecuentemente como Síndrome
de Kallmann, porque este científico lo describió casi a la vez... ¡en 1937! Hoy también se llama Síndrome
de Kallmann-Maestre de San Juan-Morsier.
Maestre de San Juan |
En la histología y más concretamente, en
el tejido nervioso, además de las neuronas, hay unas células que Santiago Ramón
y Cajal (1852-1934) había denominado
"glía adendrítica" y de
las que el vallisoletano Pío del Río Hortega (1882-1945) llegó a diferenciar dos tipos: la microglía o
mesoglía y la glía interfascicular u oligodendroglía. Los alemanes A. Metz y
Hugo Spatz, denominaron "células de Hortega" a las de microglía y así
se las conoce, también, en la actualidad.
El
considerado Padre de la Física española, Blas Cabrera y Felipe (1878 -1945), estudió con el también físico Arturo Duperier Vallesa (1896-1959) las
propiedades magnéticas de las tierras raras y comprobó que ciertos elementos se
apartaban de la ley de Curie-Weiss; Cabrera y Duperier modificaron la ecuación
que quedó integrada en la historia del paramagnetismo con el nombre de los dos
científicos españoles: la ecuación se llamó al principio de Curie, después de
Curie-Onnes-Weiss, de Curie-Weiss y finalmente de Weiss-Cabrera.
Mariano de la Paz Graells |
Entre
los seres vivos no es muy infrecuente encontrar especies dedicadas a
paleontólogos, botánicos y zoólogos. Así, numerosos españoles de estas
especialidades han inmortalizado su nombre, al menos en el ambiente científico,
por esta razón.
En
paleontología hay varios fósiles en los que el nombre científico está dedicado
al geólogo y paleontólogo español Eduardo Hernández Pacheco y Estevan
(1872-1965). Así, por ejemplo, el arqueociato del género taxonómico Pachecocyathus o la jirafa fósil con el
nombre de Decennatherium pachecoi.
El
importante botánico gerundense José Cuatrecasas Arumí (1903-1996) tiene
numerosas especies con su nombre y citaré dos: Geranium cuatrecasasii y
Azorella cuatrecasasii. El género botánico Mutisia es en honor del gaditano
José Celestino Mutis (1732-1808). La mariposa isabelina, cuyo nombre científico es Graellsia isabellae, está dedicada al zoólogo
riojano Mariano de la Paz Graells y de la Agüera (1809-1898) y a la reina
española Isabel II.Los trenes Talgo son de
una empresa ferroviaria española creada en 1942, denominada en la actualidad Patentes Talgo. Su nombre es
el acrónimo Tren Articulado Ligero Goicoechea Oriol. Goicoechea fue el del
ingeniero vizcaíno Alejandro Goicoechea Omar (1895-1984) que diseñó el tren, y Oriol
se debe al empresario y arquitecto bilbaíno José Luis de Oriol y Urigüen (1877-1972)
que financió su realización.
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