Cultura y ciencia son dos palabras que, en nuestra sociedad, indican cosas muy diferentes, pero, ¿la ciencia no es una parte de la cultura? La respuesta es, evidentemente, afirmativa.
La ciencia es uno de los mejores exponentes del quehacer del hombre. También la literatura, la pintura, la música…
En cualquier caso, la
conducta de muchos hombres de ciencia es tan extraordinaria que Miguel de
Unamuno, hace casi cien años, veía en ella un gran valor educativo. Por eso hay
que sacar a relucir las calidades de los mejores hombres, de los científicos
también.Luis Martín Santos
Los hay que ven la
ciencia de una manera tan estructurada, sometida a unos principios y leyes tan
rígidos, que no son capaces de comprender la emoción de una teoría científica.
También hay personas que se alejan de las manifestaciones no científicas porque
carecen de sistemas fiables de cuantificación. Sin embargo, las ciencias y las
letras, en muchos aspectos, se encuentran muy cerca. Fijémonos en la
literatura.
No hay que buscar
demasiado para encontrar asuntos científicos en muchas grandes obras de la
literatura universal de todas las épocas o para encontrar personas que con una
formación, fundamentalmente científica, han escrito espléndidos textos
literarios.
Recordaré 4 casos
contemporáneos, hombres de formación científica y que sólo son conocidos por su
quehacer en las letras: Pío Baroja no pisó ninguna facultad de letras, estudió
Medicina, y es, sin discusión, uno de los grandes novelistas de la primera
mitad del siglo XX y el novelista por excelencia de la generación del 98; Luis
Martín Santos fue un destacado psiquiatra que ha quedado en la historia de la
literatura contemporánea con su Tiempo de
silencio ; Salvador de Madariaga estudió ingeniería y fue un excelente
ensayista y novelista; por último, Pompeu Fabra, uno de los mejores estudiosos
de la lengua catalana, antes de ser catedrático de catalán en la Universidad de
Barcelona, impartió clases de Química en la Escuela de Ingenieros industriales
de Bilbao.Salvador de Madariaga
Muchos saben que ejercieron como catedráticos de Enseñanza Media importantes personalidades del mundo de las letras, entre las que podemos citar a Gerardo Diego, Antonio Machado, Antonio Domínguez Ortiz, Guillermo Díaz-Plaja... y que otros hicieron incursiones en el terreno de la política: Suárez Somontes fue Director general de Enseñanza Primaria y José de Galdo y Pérez ocupó el sillón de alcalde de Madrid. Sin embargo, es mucho menos conocido que hombres eminentes de la ciencia que se hacía en España compartieron su labor docente, en los Institutos de Bachillerato, con la investigadora en los laboratorios y bibliotecas. Pocos saben de los quehaceres intelectuales de profesores de Bachillerato como Pedro Felipe Monlau, el más importante de los higienistas españoles de su época, pocos conocen que el matemático Ventura de los Reyes Prósper, catedrático en Toledo, fue el primer español que publicó en una revista científica extranjera, y que el biólogo Celso Arévalo, catedrático en Valencia, fundó el primer laboratorio español de hidrobiología.
Se hace necesario
rescatar del olvido a esos hombres de ciencia que forman parte de la cultura
española, que figuran en textos extranjeros y nosotros desconocemos. Hay que
sacar del olvido a hombres como Blas Cabrera y Felipe, el más importante de
nuestros físicos, porque casi nadie sabe que el científico canario, en 1930,
participó en la VI Conferencia Solvay, la reunión de físicos más importante de
la época, y lo hizo sustituyendo en esa institución nada menos que a Bragg
(premio Nobel de Física) y, además, el científico español fue propuesto por dos
desconocidos de la ciencia: Einstein y madame Curie. Y no menos merece el
eminente físico Arturo Duperier que, fallecido en 1959, y para vergüenza de
quien corresponda, tuvo una necrológica en el londinense The Times antes que en la prensa española.
Y se hace necesario sacar a la luz la labor de estas adelantadas españolas de la ciencia, luchadoras infatigables ante la sociedad, de hombres y mujeres, y no sólo ante la admirable búsqueda de la verdad. Adelantadas de una forma de entender la vida. Hubo y hay científicas españolas, faltaría más, pero si los hombres de ciencia no han tenido nunca una especial consideración, podemos colegir lo ocurrido con nuestras mujeres.
Dolores Aleu |
En la población pacense
de Arroyo de San Serván nació María
Josefa de los Reyes Cerrato Rodríguez (1897-1981), que estudió Magisterio,
Farmacia y, en Córdoba, cursó la carrera de Veterinaria, que finalizó en 1925; fue, desde entonces, la primera veterinaria
española.
La donostiarra Felisa
Martín Bravo (1898-1979) fue la primera mujer que se doctoró en Ciencias
Físicas en nuestro país; era el año 1926.
La toledana María del
Carmen Martínez Sancho (1901-1995), después de finalizar la licenciatura en
Ciencias, en 1927 defendió su tesis doctoral dirigida por el profesor José Mª
Plans y Freire, con la que hizo historia en nuestro país al ser la primera
mujer española que se doctora en Matemáticas.María del Carmen Martínez Sancho
La matemática María
Enriqueta Teresa Capdevila D’Oriola (1905-1993), nacida en Cabestany, localidad
del Rosellón francés, durante el curso 1931-32 ejerció como profesora auxiliar
de Astronomía General y Física del Globo de la Facultad de Ciencias de la
Universidad de Barcelona, por lo que puede considerase la primera mujer
española que trabajó como docente universitaria de esta especialidad.
Nacida en Zaragoza,
Jenara Vicenta Arnal Yarza (1902-1960) en 1929 defendió su tesis doctoral, por lo que fue la primera doctora en Ciencias
Químicas de España.Jenara Vicenta Arnal Yarza
Finalmente, la menorquina, de Alayor, Margarita Comas Camps (1892-1973), se doctoró en Ciencias Naturales. En los años de la Segunda República, aunque participó en diversas actividades pedagógicas, no relegó sus trabajos en el ámbito biológico; así, llegó a ser una de las más importantes divulgadoras de la biología de la época en nuestro país, tanto a través de artículos como de conferencias sobre evolución, genética y otras.
En fin, muchas otras cosas se podrían decir de esos españoles que no figuran en nuestros textos porque no han sido lo que la historiografía científica llama grandes figuras, hecho que no es más que una prueba evidente de indiferencia y parálisis intelectuales ante la actividad científica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario