El 7 de febrero de 1845 venía al mundo en la localidad vasca de
Vitoria —que por entonces tenía unos 15.000 habitantes—, una personalidad
polifacética y extraordinariamente interesante de la España del siglo XIX:
Ricardo Becerro de Bengoa.
En 1863 Becerro marchó a Valladolid, donde se matriculó en la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Dos años después había superado las asignaturas necesarias y el ejercicio correspondiente para obtener el Grado Bachiller en esa Facultad, lo que consiguió con la calificación de sobresaliente. Entonces regresa a su Vitoria natal y ejerce en el Instituto como catedrático auxiliar de la Sección de Ciencias durante el curso 1867-68 y como profesor auxiliar de Física y Química los dos cursos académicos siguientes. Este cargo docente lo complementa con el de conferenciante y profesor de diferentes disciplinas en el recién fundado Ateneo de la ciudad alavesa. También escribe en la prensa de la población y en otras publicaciones vascas.
En 1870 obtiene por oposición la cátedra de Física y Química en el
Instituto de Palencia, ciudad donde va a residir durante los próximos dieciséis
años. En la ciudad del Carrión Becerro se nos muestra como una persona emprendedora de numerosas actividades
culturales y sociales.
Su actividad en el Ateneo de Palencia nos acerca
a la personalidad intelectual del profesor. Se puede considerar a Becerro el
gran impulsor de este centro cultural, sobre todo si tenemos en cuenta que sólo
durante el primer año impartió ocho conferencias. Sus discursos fueron de
diverso contenido: científico, literario, histórico, tecnológico, etc.
En el Instituto de Palencia implicó a sus compañeros de claustro en la
creación de un Observatorio Meteorológico que en 1879 fue aprobado por la
Diputación provincial.
En 1886 fue elegido diputado a Cortes, lo que motivó su excedencia de la
cátedra de Bachillerato hasta enero de 1887, en el que se reincorporó ocupando
la de Química en el Instituto San Isidro de la capital de España.
En Madrid, en 1894, tomó posesión como miembro de la Real Academia de
Ciencias Exactas Físicas y Naturales y su Discurso de recepción versó sobre las "Tendencias de la Química
moderna”. Sigue escribiendo artículos en la prensa. El primer día del mes de febrero de 1902, sábado, con casi 57 años,
fallece en la capital de España.
Su entierro fue el 3 de febrero, un día en el que Madrid estaba cubierto
de nieve.
El 17 de mayo de ese mismo año, el Ayuntamiento de la capital alavesa descubrió una lápida conmemorativa en la casa 16 de la calle Chiquita, en la que nació y vivió el catedrático de Instituto. En ella, además de las fechas y lugares de nacimiento y muerte aparecen tres peculiaridades de la biografía de Becerro: cronista, senador y diputado. Efectivamente, sus facetas más importantes de profesor y divulgador científico queda relegada... al olvido.
El catedrático alavés
escribió numerosos textos de diferente categoría —libros, opúsculos, artículos,
etc. —, dedicados a temas muy diferentes.
Entre sus libros y opúsculos de carácter literario hay cuentos y novelas; realizó
numerosas incursiones en la historia y costumbres castellanas y de su provincia
de nacimiento; además, de su pluma salieron obras científicas y de divulgación; finalmente escribió también libros de viajes y estudios biográficos.
Becerro de Bengoa llevó a la imprenta un
excelente estudio didáctico y pedagógico: La Enseñanza en el Siglo XX
(Madrid, 1889-1900). En él se interesa por la enseñanza desde aspectos muy
diversos y se ocupa de la enseñanza en España y en el extranjero, de la
enseñanza de la mujer y de los sordomudos. Tiene muy claro que “ante la
necesidad de la instrucción y educación no puede, ni debe haber, diferencia de
sexos. La ciencia, como el bien, es para todos”; y más adelante: “Mientras no
se eleve el nivel intelectual y social de la familia, por la elevación del de
la madre y señora, nuestro pueblo andará poco menos que arrastrando”.
La lectura de la obra es muy interesante y en ella se hacen recomendaciones didácticas espléndidas y se propone una reforma de la educación. Por otra parte, leyendo a Becerro de Bengoa observamos que los problemas de la enseñanza son recurrentes. Así, escribe que “Se ha censurado el procedimiento corriente en la enseñanza, que consiste en que el profesor explique y los alumnos oigan, y que luego se establezca un diálogo entre aquél y cada uno de éstos. ¿De qué otro modo se da la enseñanza oral en todas las cátedras del mundo? El profesor, o ha de explicar, o no; o ha de preguntar o no. Si ha de hacerlo, lo lógico es que distribuya el tiempo diariamente entre ambos trabajos”. Becerro apunta, en efecto, problemas que a todos los docentes nos “suenan” de toda la vida: “...y es verdad, en cambio, que en todas las clases se pregunta a diario, más que para explotar la memoria, para preparar la costumbre del uso de raciocinio”.
También se pueden leer unas páginas en el que se
relatan hechos que serán la envidia de cualquier profesor de nuestros días:
“Véase la historia actual de nuestros concurridos institutos de Madrid: ¿qué
hay que pedir en ellos a la disciplina? A pesar de la corta edad de los
alumnos, reina en los establecimientos el mayor orden; jamás hay tumultos ni
asonadas; la presencia de cualquier profesor es recibida con profundas muestras
de respeto; ni en sus trajes, ni en sus modales, ni ricos ni pobres ostentan el
sello de la falta de cuidado y educación; apenas hay necesidad nunca de
constituir el consejo de disciplina; se desconocen los antiguos cuartos de
encierro; no se maltrata de palabra ni de obra a ningún joven; y mientras que
en otros centros, que debieran dar el ejemplo se anticipan y se prolongan en
muchas clases la demoledoras vacaciones, concurren a nuestros institutos, sin
protesta alguna, los alumnos hasta el 20 de Diciembre, reanudan los trabajos el
2 de Enero, y jamás, con ninguna excusa, en el resto del año, se falta
colectivamente, mientras los catedráticos acudan, como acuden, a su puesto”.
Dibujos de Becerro de Bengoa que aparecieron
en La Ilustración Española y Americana (nº 11, p. 178) el 22 de marzo de 1878.
Crónica ilustrada
de la Guerra. 1. Bermes: Embarque de heridos del ejército para San Sebastián.
2. Álava: Conducción de heridos carlistas a través de las montañas, con destino
a los hospitales del interior de las provincias. 3. Tuyo (Álava): Entierro de
un aduanero carlista muerto en una escaramuza cerca de La Puebla. 4. Guipúzcoa:
Orillas atrincheradas del río Oria, teatro de los últimos combates sostenidos
por el general Loma. 5. La Puebla (Álava): aldeanos vigilando el castillo
durante la noche. Guipúzcoa: Tertulia nocturna de oficiales en las alturas de
Orio. 7. Usurbil (Guipúzcoa): Puesto avanzado de miqueletes en la cumbre del
monte
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