Soldado del espíritu, el investigador defiende a su patria con el microscopio, la balanza, la retorta o el telescopio (Santiago Ramón y Cajal)

10 mayo, 2023

Albéitares, veterinarios y herradores

 

Estrictamente hablando, la veterinaria como tal no tiene entidad hasta que se crea la enseñanza oficial de la misma a finales del siglo XVIII (1793). Antes, a los profesionales de la veterinaria se les llamaba albéitares o mariscales y con estos nombres se hace referencia a los técnicos de la albeitería y mariscalería respectivamente.

En los países del centro de Europa y en Italia la primitiva medicina equina recibía el nombre de mariscalería, término que casi no se utilizó en España, salvo en algún pueblo del reino de Aragón y en el ejército ya que los mariscales eran los veterinarios militares. Se puede afirmar que los primitivos hipiatras griegos fueron posteriormente albéitares (o mariscales) en Castilla y menescales en la Corona de Aragón y, más tarde, veterinarios.

Si consultamos el Tesoro de la Lengua (1611) de Sebastián de Covarrubias  podemos leer una concisa definición de albéitar: “el que cura las bestias”.

La primitiva veterinaria casi se limitaba, al menos durante la Edad Media, al herrado; de esta manera, los “maestros  herradores” o “ferradores” vinieron a ser una especie de “protoveterinarios” sin formación científica.

Ilustración de un libro de albeitería del s. XIV

Posteriormente, durante los siglos XVI y XVII el “arte de herrar” se fue embebiendo de algunos saberes médicos, de conocimientos más académicos, que favorecieron la aparición de unos profesionales que, sin olvidar las prácticas del herrado, crearon ámbitos científicos para la medicina animal: los albéitares. Así, como ha escrito López Piñero: “la asistencia meramente empírica de las enfermedades de los équidos fue desplazada por una medicina veterinaria, cuya práctica estaba basada en conocimientos científicos básicos y en una patología y una terapéutica sólidamente estructuradas”.

 Esto fue de tal manera que, durante esos siglos, la primitiva veterinaria que se hacía en España se convirtió en una actividad en la que muchos albéitares llegaron a tener un nivel intelectual similar al de otros profesionales liberales. De manera paralela a los médicos, los primitivos veterinarios tenían una institución, eminentemente española, como el Protoalbeiterato que autorizaba el ejercicio profesional después de exámenes teóricos y prácticos. Veterinarios importantes de estos siglos fueron Fernando Calvo, Francisco de la Reyna, Pedro López de Zamora, Martín Arredondo, etc.

Libro de Albeitería de
Francisco de la Reina

Contrariamente a lo que suele pensarse, herrar las bestias, de la forma que hoy lo entendemos, no es una acción tan antigua como la humanidad. En efecto, las civilizaciones griega y romana desconocían la herradura y protegían el casco de las caballerías con una especie de sandalia de cuero y con una chapa metálica; ambas se ataban con correas a la “cuartilla” y la “corona”.

Hasta el siglo XII no se generaliza la práctica de herrar las caballerías con herraduras de clavo, lo que provoca el desarrollo de una reglamentación del oficio de herrador, sin que ello suponga un estricto cumplimiento de las leyes por parte de estos artesanos.

Así, el Fuero de Salamanca (del siglo XIII) dispone, entre otras consideraciones, que las “ferraduras e clavos sean de buen fierro” y el de Usagre, también del siglo XIII, dice que la herradura que antes de 9 días se cayera debe herrarse de nuevo “sin precio”.

En la Edad Moderna, las leyes referidas al asunto que nos ocupa hacen mención al peso de las herraduras y clavos, así como a la tarifa de precios del maestro herrador.

Desde antiguo se había establecido una clara diferencia entre el obrero que forjaba las herraduras, el ferrero o herrero, y el oficial que había de clavarlas en el casco de las caballerías, el ferrador o herrador y una de las funciones del albéitar de la época, en muchos casos la principal, era la de herrar los caballos.

Con el tiempo, el “arte de herrar” deja de hacerse exclusivo de los profesionales y muchos nobles aprenden el oficio. La “ciencia de la caballería andante” es para el hidalgo manchego una especie de compendio de todas las demás ciencias del mundo; de esta manera cualquier caballero andante “ha de saber herrar un caballo”.

Grabado del s. XVIII sobre la
sanidad del caballo

Por otro lado, el llamado Arte de herrar formará parte de la sabiduría de cualquier albéitar y la explicación dialogada de los conocimientos no será un hecho aislado de la literatura sobre este asunto. Veamos el caso del Libro de Albeytería  de Pedro López Zamora. Este importante albéitar del siglo XVI escribió esa obra en forma de diálogo entre maestro y discípulo y en él dedica el capítulo XV al Arte de herrar ya que practicándolo como se debe “se remedian y curan muchas pasiones y enfermedades en los miembros, y pies y manos y junturas dellos: que sin ésta [se refiere al Arte de herrar] haciéndose lo que debe no sería parte el Albeytar para curar las dichas enfermedades sin la dicha arte de herrar”.

Asimismo, El arte de herrar, del veterinario placentino Fernando, o Hernando, Calvo, es un apéndice de su Libro de Albeytería (1582). El título completo es: Diálogo del arte de herrar entre el maestro Fernando Calvo, y el discípulo de este Arte. Trae para exordio, y principio del encarecimiento del Albeytar el desafío de aquellos dos celebérrimos pintores, Parrasio y Ceuxis: el cual Arte de herrar va en octavas, compuestas por el mismo Autor; porque con más facilidad le pueda el discípulo encomendar a la memoria; y el Maestro Fernando Calvo, hablando con el discípulo propone: y el discípulo desata las proposiciones de la pregunta.


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