Santiago Ramón y Cajal fue un sabio extraordinario. Interesado en numerosos aspectos del conocimiento, dedicó parte de su tiempo a diferentes asuntos alejados de su principal ocupación, la neurociencia.
Ramón y Cajal escribió más de una decena
de relatos en la década de los 80 del siglo XIX, pero cinco de ellos no vieron
la luz hasta 1905: fueron sus conocidos Cuentos
de vacaciones. Él nos lo cuenta en la “Advertencia preliminar” de la obra:
“Hace muchos años (creo que fue durante el 85 u 86) escribí una colección de
doce apólogos o narraciones semifilosóficos y seudocientíficos que no osé
llevar a la imprenta, así por lo estrafalario de las ideas como por la flojedad
y desaliño del estilo. Hoy, alentado por el benévolo juicio de algunos insignes
profesionales de la literatura, me lanzo a publicarlos, no sin retocar algo su
forma y modernizar un tanto los datos científicos en que se fundan”.Primera edición de los Cuentos
Después afirma que si al público le gustan
estas “bagatelas literarias”, completará el conjunto con siete cuentos más, y en
caso contrario “el resto de estas composiciones dormirá el sueño de los
engendros malogrados, que debe ser harto más profundo que el llamado sueño del
olvido”.
La obra fue subtitulada como Narraciones seudocientíficas porque “se
basan en hechos o hipótesis racionales de las ciencias biológicas y de la
psicología moderna”. Por ello, cree bueno, aunque no indispensable, que para
entender a los personajes el lector tenga algunos “conocimientos, siquiera sean
rudimentarios, de filosofía natural y biología general”.
Los Cuentos de vacaciones se tradujeron al inglés,
por primera vez, un siglo más tarde, en 2006. La traducción fue de Laura Otis y
el título fue Vacation Stories. Five
science fiction tales.
En
1973, Encarnación Ramón y Cajal, nieta de don Santiago, y su marido García
Durán (1915-1994) llevaron a la imprenta un manuscrito de los siete no
publicados por el premio Nobel español: La vida en el año 6000. Era una obrita sin terminar que fue utilizada para felicitar
la Navidad a la familia: “García Durán y Nana Ramón y Cajal, os ofrecen la
predicción de la vida en el año 6000 imaginada por CAJAL”. Quieren “dar a conocer el esqueleto de un (¿cuento,
ensayo o simple divagación?) que conservamos en nuestra biblioteca entre
“Manuscritos de Cajal””.
Es un
trabajo de 23 cuartillas autógrafas escritas por ambos lados, excepto 3 que
tienen un dibujo. También datan la obrita: “El presente trabajo debió
escribirse entre el 1878 y el 1884, ya que el fonógrafo fue dado a conocer en
el 77 (y en cierto pasaje se hace alusión al mismo), y en el 83 se llevan a
efecto las publicaciones ‘Las maravillas de la Histología’ en la “Revista
Clínica” con el seudónimo del Doctor Bacteria , que arregladas durante su época
valenciana ocupan junto con los cuentos de Vacaciones su “cupo literario” con
el que hoy, continuando nuestra costumbre, os felicitamos las Pascuas”. El
relato fue traducido al inglés en 2017.
Edición en inglés |
Redactada en primera
persona, la obra es un viaje en el
tiempo porque “¡qué mejor manera que
predecir los avances de la ciencia que conociéndolos in situ y en su tempo!”.
El protagonista sueña que se encuentra en el año 6000 y los avances científico-técnicos llaman la
atención del viajero, que va pasando de la agradable sorpresa a la decepción.
Se encuentra con el doctor Micrococus, que le irá mostrando al protagonista la
vida en esta época.
El doctor en cuestión es un “ingeniero tricúspide” porque es un
superespecialista que sólo se interesa por la válvula tricúspide del corazón. Y
es que en ese tiempo el conocimiento se limita a la “mecánica biológica, o
ingenieros biológicos, que no es más que una aplicación de la mecánica racional
y el alto cálculo, al estudio de los fenómenos de la vida normal o desviada”.
La comida pasa a un plano
insignificante y así, de forma general, se ha producido en los humanos una “atrofia
intestinal”, porque sólo se desea nutrir al cerebro de manera que se han formado
“razas eminentemente cerebrales; casi todas las enfermedades digestivas han
desparecido y las embarazadas, por consecuencia, contando con más espacio en la
región abdominal, dan a luz fetos de un mayor desarrollo y vigor”.
Las formas de vida también han
producido cambios anatómicos significativos (Ramón y Cajal, por entonces era
más lamarckiano que darwiniano): “El largo desuso ha atrofiado nuestros brazos
y piernas, el vientre ha quedado reducido a limitada extensión. No salimos de
casa a pie sino en globo o ferrocarril eléctrico, no llevamos bastón a fin de
no cansar la mano sin motivo, y alguno, a fin de no mantener holgazanes en la
organización, se amputan antisépticamente las muelas”.
Se ha provocado una “homonicultura”
como resultado de la selección artificial, de forma que hay “razas de abogados, (hipertrofia
de la tercera circunvolución de Broca, con atrofia de las piernas y de los
brazos, conservación del pulgar para la acción) razas de médicos, (ojos
microscópicos, oídos de tísicos, manos de ciego, etc.); de guerreros, (hombres
máquinas, que parecen aprendices de fusil y destinados a moverlos), de padres o
de zánganos, conformados exclusivamente para la conservación de la especie,
etc.” El viajero se encuentra una sociedad en la que “no existe más que el
traumatismo y la vejez”.
Micrococus le va mostrando
un mundo limitado a la físico-química de la vida en el que han desaparecido los
poetas, los místicos, los idealistas... y gracias a unas máquinas se realizan
los diagnósticos médicos y se deciden los remedios.
Las relaciones sociales han
cambiado y el amor (producido por un microorganismo) ha desaparecido. Así, los
matrimonios sólo se permiten con el fin de “superar la raza o perpetuar condiciones
orgánicas que impliquen progreso positivo”. Además, “es raro hallar cerebros con deformidad
religiosa, filosófica, vitalista, etc. Alguna vez, por atavismo, se ven
individuos que reproducen estos legados de tantas razas inferiores, generaciones
embrionarias y de ellos nos servimos para comprender la historia del pensamiento
humano, que se ha escalado a las alturas del saber, ha tenido también grandes
desfallecimientos y
tonterías”. Y es que “un hombre sin ideas teológicas, históricas, lingüísticas,
debe ser un ser perfecto, capaz de sentir la verdad y cultivar la ciencia con
un éxito extraordinario”.
En fin, en la obra hay un
telón de fondo en el que Ramón y Cajal muestra las mejoras y desventajas que,
al socaire del progreso científico y tecnológico, pueden traer las pérdidas de ciertos valores
innatos a nuestra especie.
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