En el primer tercio del siglo XVIII es aceptado por todo el mundo que la Tierra es un planeta, más o menos esférico, que gira sobre su eje y también lo hace alrededor del Sol. Sin embargo, se discute científicamente si está achatada en los polos o en el ecuador, es decir, hay dos teorías sobre la forma del globo.
Giovanni Domenico Cassini (1625-1712),
que había nacido en la península itálica, se hizo ciudadano francés (también se
le conoce como Jean-Dominique Cassini) y fue nombrado, por Luis XIV, director
del Observatorio de París y miembro de la Academia de Ciencias. Él y su hijo
Jacques realizaron mediciones geodésicas sobre un arco de 8° 30' entre París y
Colliure y llegaron a la conclusión de que la Tierra era un elipsoide alargado en el sentido del
eje de rotación, esto es, alargada en
los polos. Esta forma terrestre era
también defendida por René Descartes (1596-1650). Isaac Newton
Todo esto era contrario a lo demostrado
por Isaac Newton (1643-1727) que, en su Philosophiae Naturalis Principia
Mathematica, afirmaba que el globo
terrestre era un esferoide achatado en los polos.
Es decir, se había establecido una pugna
entre los cartesianos, defensores de la forma de melón de la Tierra, y los
newtonianos, partidarios de considerar a nuestro planeta como una sandía. O lo
que era muy importante, entre los científicos franceses y los británicos.
Al iniciarse 1734, la parisina Academia
de Ciencias decide resolver el debate planteado. La resolución del problema,
conocer cómo era exactamente nuestro planeta, era importante ya que aumentaría
la precisión de los diferentes cálculos a la hora de confeccionar los mapas y
mejorar la navegación; además, incrementaría el dominio de Francia en los
océanos.
Así las cosas, la Academia de Ciencias de París decide medir
la longitud del arco de un grado del meridiano y aclarar la cuestión de la figura
de la Tierra. Se organiza, de esta manera, la que fue la primera expedición
estrictamente científica en el mundo. El director de la misma, el matemático
Louis Godin, propone la creación de una misión geodésica al Perú, al entonces
virreinato del Perú, de la Corona española, concretamente al territorio que actualmente
es Ecuador. A Luis XV la expedición le pareció correcta y
la financió.
¿Por qué se eligió ese territorio
americano? Hubo, principalmente, dos razones: Perú era la única región
terrestre conocida y accesible cerca del ecuador y el padre del monarca francés
era abuelo del entonces rey español (Felipe V).
Los expedicionarios de Francia eran diez
y entre ellos había importantes científicos, grandes personajes de la ciencia
de su tiempo: los astrónomos y matemáticos Louis Godin (1704-1760) y Pierre
Bouguer (1698-1758), el naturalista y geógrafo Charles-Marie de La Condamine
(1701-1774), el botánico y médico Bernard de Jussieu (1699-1777) y otros. Hay que
resaltar que cuando La Condamine regresó
a su país consiguió ser el gran “protagonista” de la expedición de forma que
hoy es más conocida como “Expedición de La
Condamine”.
Luis XV solicita permiso a la Corona de
España para realizar los trabajos necesarios en el virreinato español y el rey
español acepta pero pone una condición: que en ella intervengan españoles, lo
que es rápidamente aprobado.
Los dos españoles elegidos para la expedición
fueron dos jovencísimos guardiamarinas, de 23 y 20 años respectivamente: Jorge
Juan y Santacilia (1713-1773), nacido en Novelda, y Antonio de Ulloa y de la Torre-Guira (1716-1795),
sevillano. Para que no llamaran la atención de sus colegas extranjeros, ambos fueron
ascendidos de golpe cuatro grados, hasta el de teniente de navío.
La parte francesa de la expedición zarpa el 16 de mayo de 1735 del puerto de La Rochelle a bordo del Portefaix. El 26 de mayo salen de Cádiz Jorge Juan y Antonio de Ulloa en dos navíos: El Conquistador y en la fragata Incendio respectivamente. El 7 de julio llegan a Cartagena de Indias los españoles y hasta noviembre no lo hacen los franceses.
La expedición franco-española atraviesa
el istmo de Panamá en Porto Belo y termina en Guayaquil siguiendo siempre los
criterios del director Godin. Hay que subir desde la ciudad portuaria hasta Quito, población que se localiza a más
de 2.800 metros, con mulas cargadas con materiales científicos y personales de
los expedicionarios y soportando los sufrimientos de la altura. En junio de
1736 llegan a Quito, un año después de la salida de Europa.
Había que medir distancias en la
superficie terrestre y realizar observaciones astronómicas. Se hicieron dos
equipos para contrastar los resultados: uno estuvo formado por Condamine,
Bouguer y Ulloa; otro por Godin y Jorge Juan.
El grado de meridiano en Quito se midió con
triangulaciones en el llano y en la montaña. Ambos grupos realizaron sus
medidas que, posteriormente fueron cotejadas.
Sin embargo, la expedición fue un
fracaso por razones económicas (muy costosa para la labor que se realizó), por
las malas relaciones que se dieron entre los miembros de la misma y los
habitantes de la región y por los resultados científicos. La razón de estos últimos se encuentra en un trabajo
paralelo también organizado por la Academia de Ciencias francesa. Observaciones de Jorge Juan y Ulloa
En efecto, organizada también por esa
institución, se realizó otra expedición en la que intervino Maupertius,
partidario de Newton. En 1736, el matemático y astrónomo Pierre-Louis Moreau de
Maupertuis (1698-1759) marchó a Laponia (Finlandia) para medir la longitud de un
grado de meridiano a 76 grados de latitud norte, entre las localidades de
Kittis y Tornea. Había que ir a ese territorio, entonces sueco, y pedir permiso
al rey que aprobó los trabajos aunque no se interesó ni por la temática ni por
las posibles intenciones de los franceses. En esta segunda expedición, además
de Maupertuis, participaron el matemático Alexis Claude Clairaut (1713-1765), el
astrónomo Pierre Charles Le Monnier (1715-1799), el matemático Charles Etienne
Louis Camus (1699-1768), el astrónomo Anders Celsius (1701-1744) y otros
hombres de ciencia. Las mediciones se realizaron entre 1736 y 1737.
En el territorio suramericano se comunicó a los expedicionarios que los viajeros que fueron a Laponia habían descubierto que el grado era mayor cerca de los polos, lo que demostraba las tesis de Newton y contrastaba con las mediciones que se habían realizado en territorio francés. En definitiva, el “newtonismo” se había impuesto al “cartesianismo” y la Tierra tenía 43 kilómetros más en el ecuador que de norte a sur, esto es, estaba achatada en los polos. La ciencia británica se había impuesto a la francesa.
A pesar del fracaso expedicionario se
produjo un éxito “colateral”. Una vez terminada la expedición, Pierre Bouguer continuó
trabajando en el territorio americano en su ya iniciado Traité du Navire, de sa construction, et de ses mouvements, una
obra pionera de la ingeniería naval por utilizar modelos matemáticos en la construcción
de los navíos.
¿Y los españoles? Aunque Ulloa y Jorge
Juan cuando se incorporaron a la expedición eran inexpertos en los asuntos
topográficos y geodésicos, su buen hacer fue fundamental para conseguir los
resultados que se obtuvieron y así les fue reconocido por todos los
expedicionarios. Jorge Juan y Ulloa formaron parte de las instituciones
científicas más importantes de la Europa ilustrada.
Durante el tiempo que estuvieron en el
virreinato del Perú (1736-1743), los científicos españoles, además de realizar las
mediciones características de la expedición, efectuaron otras de índole diversa:
meteorológica, barométrica, etc. que vieron la luz en dos magníficos textos que aparecieron en 1748 y que fueron
promocionados por el Marqués de la Ensenada: Observaciones Astronómicas y Físicas, hechas de orden de S. Mag. en los
Reinos del Perú por...., y Relacion
histórica del viage a la América meridional hecho de orden de S. Mag. para
medir algunos grados de meridiano terrestre...
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