Soldado del espíritu, el investigador defiende a su patria con el microscopio, la balanza, la retorta o el telescopio (Santiago Ramón y Cajal)

03 noviembre, 2011

El cirujano Francisco Arceo

En 1493 nació en Fregenal de la Sierra, en la actual provincia de Badajoz, uno de los más eminentes médicos de la España de la época: Francisco Arceo. Su vida estuvo ligada a Extremadura: completó su formación médica, adquirida en la Universidad de Alcalá, con la que proporcionaban los hospitales de Guadalupe, en los que sabemos que trabajaba en 1516; además, ejerció su profesión en Llerena, Fuente de Cantos y Badajoz.
Considerado como una de las glorias de la medicina española del siglo XVI y personaje digno de figurar en la historia de la ciencia en un lugar preeminente, Arceo es un verdadero hombre del Renacimiento en cuya obra se dan cita los más eminentes autores y muy especialmente el médico que más influyó en el extremeño, el que atendió personalmente al papa Julio II: Giovanni da Vigo (1450-1525), excelente representante del galenismo arabizado.
En el siglo de oro de la cirugía española, Francisco Arceo fue un notable cirujano que todavía ejercía su profesión cuando frisaba los ochenta años. Fue, además, maestro de cirugía de otros ilustres médicos: Ceballos, Moreno, Robledo, Del Águila, etc.
Poco antes de su muerte, acaecida en 1580, y por influencia de su paisano Benito Arias Montano, escribe una obra que viene a ser un auténtico compendio de su labor profesional y científica: De recta curandorum vulnerum ratione, et aliis artis eius praeceptis libri II. Eiusdem de Febrium curandorum ratione. La obra ve la luz en Amberes en 1574.
Arceo escribe en latín y defiende la utilización de esta lengua al considerar que su uso servirá para proteger la ciencia de los intrusos que, desconocedores de la lengua de Cicerón, se verán obligados a publicar en romance. En poco tiempo su obra se ganó la consideración internacional: fue publicado en inglés, francés, holandés y alemán.
Transcribo a continuación unos párrafos del De Recta Curandorum vulnerum ratione de Francisco Arceo: “De la contusión con fractura del hueso, sin herida aparente”:
“Hay ocasiones en que se sospecha que hay lesión craneal oculta sin herida aparente. Esto se presume por la caída, la perturbación de la mente y el consiguiente vómito, a lo que se añade a veces la turbidez de los ojos; ayuda también a formar tal opinión el examen del palo o de la piedra con el que ha sido acometido el herido, la distancia desde la que fue lanzado el objeto contundente, la violencia y el impulso con que se golpeó y si se hizo con ira, pues quien está poseído por ella, sin el freno del miedo, hiere al adversario con mayor fuerza y violencia.
...Y a mí se me ha dado ocasión de atender alguno de estos casos.
Durante una riña entre dos hombres, uno de ellos golpeó al otro con una piedra en la cabeza. El que recibió el golpe, pese a llevar casco, gravemente afectado por él vino inmediatamente en tierra y enseguida, mientras era levantado por los que acudieron, vomitó. Esto último y la pequeña abolladura del casco me hizo pensar en la rotura oculta del hueso, cosa que confirmé al descubrir el lugar del golpe. Al día siguiente trepané el cráneo con el instrumento llamado por los griegos abaptistón y por nosotros trépano, apareciendo una fisurita apenas de la sutileza de un cabello. Encontré gran abundancia de sangre coagulada y negra que pasaba a la dura madre... El enfermo curó sin que le sobreviniese complicación alguna”.



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