Soldado del espíritu, el investigador defiende a su patria con el microscopio, la balanza, la retorta o el telescopio (Santiago Ramón y Cajal)

18 enero, 2012

Ochoa en Estados Unidos

La vida científica de Severo Ochoa se puede dividir en tres partes perfectamente delimitadas: los años de formación en España primero y en otros países europeos (Alemania e Inglaterra) después; una segunda época formada por las décadas de esplendor del premio Nobel en los Estados Unidos; por último, los años en los que el científico de Luarca fue un gran impulsor de los estudios e investigaciones bioquímicas y de biología molecular en España.

En la actividad investigadora del bioquímico Severo Ochoa se detectan aspectos extraordinariamente sugerentes de la vida científica de los laboratorios norteamericanos y de los procesos de institucionalización científica. Por ejemplo, en los años 40 el bioquímico David Green crea el Enzyme Club, para reunir a las personas de la zona de Nueva York interesadas en el conocimiento de las enzimas; los miembros del mismo se reunían una vez al mes para escuchar los conocimientos de biología molecular de algún invitado o de algunos de sus miembros. Ochoa formó parte de ese club intelectual como otros científicos excelentes: Hotchkiss, Dubois, Kornberg, etc.
Puede parecer sorprendente a una buena parte del profesorado, engreído y soberbio en demasía en nuestras universidades, hechos como que el científico nacido en Asturias, después de haber recibido el premio Nobel, se levantara a las 6 de la mañana y en la universidad ¡asistiera a las clases! de Robert Warner porque, según su propio testimonio: “Es una manera muy eficaz de estar al día”.
Es muy significativo el hecho de la excelente acogida de los científicos americanos al profesor Ochoa, algo impensable en otras latitudes. Casi recién llegado a ese país, en 1947, figuraba entre los cinco científicos más valorados de su especialidad en los Estados Unidos. Además, fue muy pronto reconocido intelectualmente por sus colegas: Kornberg le considera su maestro, Loewi ensalza su contagioso entusiasmo, Racker valora que los contactos diarios con Ochoa fue lo que más influencia tuvo en su desarrollo científico, Neuberg, ya en 1953, lamenta que el científico hispano-norteamericano no haya obtenido el premio Nobel, etc.
Conviene recordar que aunque algunos galardonados con el premio Nobel, carecen de categoría como literatos o como luchadores por la paz para recibir ciertos premios, en los de carácter científico también se pueden observar algunos entresijos políticos. Así, y en lo que respecta a Severo Ochoa, sus investigaciones fueron semejantes a las de Grunberg-Manago, a la sazón becaria postdoctoral, y que muy bien pudo compartir el premio Nobel con el asturiano. Y es que, aunque “oficialmente”, se premiaba a don Severo por el descubrimiento de la PNPasa (enzima que fue descrita en un trabajo que firmó en 1955 con Grunberg-Manago), había un acuerdo entre los bioquímicos de que el galardón a Ochoa se le concediera por sus trabajos previos sobre las enzimas metabólicas. De manera similar se puede afirmar que el hispano-norteamericano podía haber obtenido con Niremberg, Khorana y Holley el galardón de 1968 porque, a fin de cuentas, las investigaciones eran las mismas, pero Ochoa había tenido su premio y, hasta entonces, sólo Marie Curie y Fred Sanger habían conseguido dos Nobeles de carácter científico. La causa de la injusticia la encuentra en lo que se ha dado en llamar “Efecto Mateo”: los investigadores eminentes tienen más aplausos que otros investigadores menos conocidos a pesar de haber realizado aportaciones científicas semejantes.

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