Soldado del espíritu, el investigador defiende a su patria con el microscopio, la balanza, la retorta o el telescopio (Santiago Ramón y Cajal)

26 enero, 2012

Alguna tontería en el debate del darwinismo

Podemos decir que en la España del último tercio del siglo XIX, en los ambientes culturales de cualquier orientación el debate sobre la teoría de la evolución lo impregna casi todo; está, obviamente, en los ámbitos científicos, pero también se habla del darwinismo en los ámbitos políticos, literarios, docentes, religiosos, filosóficos… Muchos partidarios y adversarios de estas teorías no han leído la obra del científico británico, pero la utilizan.
 Entre los partidarios de la teoría de la evolución de Darwin se encontraban muchos profesores de Historia Natural, o de otras disciplinas científicas, de centros docentes de estudios medios y universitarios. Rafael García Álvarez, que era catedrático de Historia Natural en el Instituto de Granada, Peregrín Casanova que lo era de Anatomía en la Universidad de Valencia, Enrique Serrano y Fatigati que ejercía como catedrático de Física en el Instituto de la capital alavesa, Antonio Machado y Núñez (abuelo de los hermanos poetas) que trabajaba como profesor de Historia Natural en la Universidad de Sevilla y Máximo Fuertes Acevedo son buenos ejemplos de notables personalidades científicas que participaron, de una forma más o menos activa, en la difusión de las ideas del biólogo británico.
No obstante lo anterior, la defensa del darwinismo también se encuentra en campos ajenos a la ciencia para la que fue diseñado. Hay adversarios del evolucionismo entre los políticos, entre los literatos, etc.
En 1883 cuando el debate del darwinismo se expresaba con gran virulencia, desde las páginas de El Avisador de Badajoz (órgano más o menos oficioso del obispado) se organizó una campaña contra Máximo Fuertes Acevedo (1832-1890), a la sazón catedrático de Física y Química y director del Instituto de Badajoz, como consecuencia de un libro que el catedrático había publicado ese mismo año: El darwinismo, sus adversarios y sus defensores.
Las disputas por escrito y los ataques al catedrático los firmaba una tal “Doña Clara de Sintemores”, que no era otro que el sacerdote: Ramiro Fernández Valbuena. Después, en 1887, los artículos aparecieron recopilados en una obra denominada El Darwinismo en Solfa, donde aparecían numerosas rimas que ridiculizaban el evolucionismo y a sus defensores. Así,
“Mi padre fue chimpancé,/ Y mi abuelo orangután/ Mi bisabuelo lagarto,/ Y yo soy... hombre formal”/.
y aquella otra específicamente contra Máximo Fuertes Acevedo:
“El amigo o amiba,/Que del agua nació con alma viva,/ Cuando le dio la gana/ En pez se transformó, si no fue en rana;/ Ensanchando más tarde sus pellejos/ Formó… varios bichejos/ De estas transformaciones como fruto/ Resultó el Director de un Instituto./ Si este sigue la norma/Veremos en qué bicho se transforma.”.
y finalmente:
“El darwinista Beltrán/ Quiso dar una lección,/ Haciendo la disección/ De un difunto orangután./ Empuña con mucho afán/ El bisturí y escalpelo,/ Y entre el cuerpo de su abuelo/ Y el de un hombre bien nacido/ Halló el mismo parecido/ Que entre un burro y un mochuelo”.
Sin embargo, la diatriba era injusta ya que el libro del catedrático era bastante neutro y desde un punto de vista científico se limitaba a expresar lo que indicaba su título, esto es, los adversarios y defensores del darwinismo. La historia de la polémica finaliza con la destitución de Fuertes como director del centro pacense.
No obstante, la obra del catedrático fue bien recibida por otras personas importantes de la Iglesia Católica, como su paisano el dominico Fray Ceferino González (1831-1894) —por aquel entonces arzobispo de Sevilla y más tarde cardenal de la Iglesia—, que felicitó al profesor. Asimismo, el también dominico Juan González Arintero (1860-1928) —que había estudiado la carrera de Ciencias Físico-Químicas—, llegó a calificar de “torpe y anticristiana” la crítica que realizó el canónigo de Badajoz.

No hay comentarios:

Publicar un comentario