El placentino Fernando, o Hernando, Calvo fue uno de los más importantes albéitares españoles del siglo XVI y el primero entre nuestros clásicos que trató temas referentes a la anatomía animal”. Además, es una opinión generalmente aceptada que Calvo, junto con de la Reyna y López Zamora son los más importantes representantes de al albeitería española del siglo XVI.
Fernando Calvo no es un simple artesano de un oficio, sus conocimientos se revisten de ciencia para darle cierta enjundia intelectual al simple maestro herrador, actividad manual obligada de los primitivos albéitares. Calvo hace, en gran medida, científica su tarea.
Nacido en la localidad cacereña de Plasencia, en 1582 publica el Libro de Albeytería, que en la edición salmantina de Juan Fernández, realizada cinco años más tarde, lleva el siguiente título, que con grafía modernizada reza así: Libro de Albeitería, en el cual se trata del caballo, y Mulo, y Jumento: Y de sus miembros y calidades y de todas sus enfermedades, con las causas, y señales, y remedios de cada una dellas. Y muchos secretos y experiencias para el remedio de cada una de las dichas enfermedades. Y las calidades y provechos de muchas yerbas, tocantes y provechosas para el uso de Albeitería.
La respuesta de los albéitares a la obra de Calvo fue excelente; además de las ediciones de 1582 y 1587, ya citadas, hay que añadir las correspondientes a 1602, 1657, 1671 y 1675.
El texto, tal y como aparece en la portada de la edición salmantina, “va repartido en cuatro libros”. En el primero de ellos, trata de la anatomía, fisiología y patología equinas: las enfermedades de los caballos son observadas a través del prisma de la patología galénica tradicional. Efectivamente, hay “virtud natural” que mueve los “humores interiores” y está localizada en el hígado; “virtud vital” que da la vida al cuerpo y se ubica en el corazón y la “virtud animal”, que se encuentra en el cerebro.
Por otra parte, el concepto de “humor”, término que marca las diferencias entre la fisiología arcaica y la moderna, adquiere en Calvo una importancia preponderante. En efecto, los cuatro humores hipocráticos, que posteriormente fueron sistematizados por la medicina galénica (sangre, flema, bilis amarilla y bilis negra) son considerados por el albéitar placentino como constituyentes del cuerpo de los caballos. Y este detalle es interesante ya que antes de Calvo hubo intentos de asimilar la medicina hipocrático-galénica a la medicina animal. En este sentido, los importantes y significativos esfuerzos de dos albéitares de esta centuria, Francisco de la Reyna (fl. 1546) por un lado y Pedro López Zamora (m. antes de 1571) por otro fueron, en gran medida, superados en la obra del albéitar extremeño.
Por los autores que cita podemos afirmar que Calvo conoce todas las ramas del conocimiento: filosofía, medicina, botánica, etc. En la obra del placentino se dan cita, entre otros, sabios “clásicos” como Galeno, Aristóteles y Plinio, eruditos como San Isidoro, cirujanos como Guy de Chauliac (c. 1298-1368) y contemporáneos suyos como el médico de Felipe II, Luis de Mercado (1525-1611), o el autor de la primera anatomía en lengua española, Bernardino Montaña de Monserrate (m. 1558).
En el libro segundo Calvo aporta un conjunto de recetas, en ocasiones bastante complicadas, para curar a los caballos. El libro tercero es un tratado farmacológico que está dedicado a mostrar las virtudes de los vegetales que se usan en la albeitería; en él sigue las enseñanzas de la Materia medica de Dioscórides a partir de la traducción de su coetáneo, el médico segoviano Andrés Laguna.
En el libro cuarto hay un conjunto de preguntas, con sus correspondientes respuestas, dirigidas a los examinandos ante el Tribunal del Protoalbeiterato, donde se debían examinar los futuros ejercientes de la profesión. Es una parte eminentemente didáctica e interesante, aunque no exenta de aspectos que hoy provocarían la risa de los alumnos de cualquier nivel educativo: “Si te preguntaren qué cosa es la con que trabajan herradores, con la cual ningún provecho se adquiere y en ninguna manera se puede trabajar sin ella, responde que es el sonido del martillo y de las demás herramientas”
El Libro de Albeytería de Calvo termina con un “Diálogo del Arte de herrar”, realizado con el fin de facilitar el aprendizaje de los futuros albéitares; fue compuesto en unas horrorosas octavas reales. De ellas entresaco la siguiente (M.:maestro; D.:discípulo):
M. ¿Los cascos del caballo cuántos son?
D. Cuatro, que en instrumento de una mano
allí encerrados hacen su inclusión.
M. Verdad es, pero resta ahora hermano
dar de esos cuatro nombres relación.
D. En el vulgar estilo Castellano,
tapa, y sanco llamamos los primeros,
y son palma, y ranilla los postreros.
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