Alexander von Humboldt (1769-1859), una de las
personalidades científicas más relevantes de la historia y uno de los últimos
sabios universales, fue un lector ávido de las crónicas de Indias.
Alexander von Humboldt (1769-1859) |
Este
científico eminente tomó el sistema descriptivo de la Historia Natural
y Moral como base para la elaboración de sus ideas. Así, la visión de
Humboldt del hombre americano como miembro de la naturaleza tiene precedentes
en los jesuitas del siglo XVI y, muy especialmente, en José de Acosta. El naturalista alemán utilizó la Historia Natural
y Moral de las Indias para la creación de su obra más importante: Cosmos.
De esta manera, a la hora de
entender el Nuevo mundo, se pueden apreciar numerosos parecidos entre
las descripciones de Acosta y las del científico germano.
Sus
observaciones sobre la fisiología de la población andina, habituada a vivir a
más de 4.000 metros de altitud, han hecho que algunos científicos modernos
consideren al padre Acosta precursor de la medicina astronáutica.
Muchos capítulos de la Historia Natural del jesuita
están dedicados a la descripción de las especies botánicas y zoológicas. Al
comprobar la presencia de especies iguales a las europeas (osos, jabalíes,
zorras, etc.) que no han sido llevadas por los españoles y constatando que no
pueden pasar el océano a nado y "embarcarlos
consigo hombres es locura", de una manera muy novedosa para su
tiempo, Acosta aporta la idea de que los animales han pasado por alguna parte
de contacto de las tierras.
Además,
en relación con la anterior, integra a los seres humanos en la misma idea
zoológica global. Así, al referirse al origen de los primeros pobladores de las
Indias escribe: "porque no se
trata qué es lo que pudo hacer Dios, sino qué es conforme a razón y al orden y
estilo de las cosas humanas". Y concluye: "es más conforme a buena razón pensar que
vinieron por tierra los primeros pobladores de las Indias".
Mayor
dificultad encuentra en explicar el hecho por el cual hay especies muy
diferentes a ambos lados del mar. Para explicarla da tres soluciones.
Una de carácter teológico según la cual Dios creó
en el Nuevo Mundo unos animales diferentes a los del Viejo Continente. No
obstante, el jesuita no se mostraba muy convencido con esta solución ya que
implicaba que la creación del Mundo, según el libro del Génesis, no había sido perfecta ya que "restaban nuevas especies de animales por
formar, mayormente animales perfectos". Hay que tener en cuenta
que, de acuerdo con las concepciones de la época, después del Diluvio hubo una
nueva creación pero, si se habían creado nuevas especies después de él, "no hay que recurrir al Arca de Noé, ni
aún hubiera para qué salvar entonces todas las especies de aves y animales si
habían de criarse de nuevo".
En
la segunda solución aporta los criterios teológicos, ya que dice que las
especies se conservaron en el Arca de Noé; pero también participa con otros
científicos y más concretamente biogeográficos: "se fueron a diversas regiones, y en algunas de ellas se hallaron tan
bien, que no quisieron salir de ellas, o si salieron no se conservaron, o por
tiempo vinieron a fenecer".
Es
la primera vez en la historia de la ciencia en la que se ofrece una explicación
de la dispersión geográfica de las especies en relación con su adaptación al
medio ("se encontraron tan bien"). Y añade algunos ejemplos de
carácter más general: "Y si bien
se mira, esto no es caso propio de Indias, sino general de otras muchas
regiones y provincias de Asia, Europa y África: de las cuales se lee haber en
ellas castas de animales que no se hallan en otras; y si se hallan, se sabe
haber sido llevadas de allí". Y así como hay algunos animales que sólo se
encuentran en un territorio (pone el ejemplo de los elefantes que sólo se localizan
en la India
oriental) "del mismo modo diremos de estos animales del Perú, y de los
demás de Indias, que no se hallan en otras partes del mundo".
Por
ello se considera al de Medina del Campo el fundador de la Paleobiogeografía
histórica.
Finalmente,
la tercera solución es de índole biológica y más concretamente
"evolucionista". Acosta admite que los animales americanos no son más
que una modificación de los europeos: "Si los tales animales difieren específica y esencialmente de todos los
otros, o si su diferencia accidental, que pudo ser causada de diversos
accidentes, como en el linaje de los hombres, ser unos blancos y otros negros,
unos gigantes y otros enanos. Así, verbi gratia, en el linaje de los simios ser
unos sin cola y otros con cola, y en el linaje de los carneros ser unos rasos y
otros lanudos, unos grandes y recios, y de cuello muy largo, como los del Perú;
otros pequeños y de pocas fuerzas, y de cuellos cortos, como los de Castilla".
En
fin, el padre José de Acosta fue un científico moderno en la medida que se
apoyó en datos empíricos, buscó explicaciones razonables a muchos fenómenos
naturales y rechazó muchas veces el "criterio de autoridad" de los
clásicos (Aristóteles, por ejemplo), rémora intelectual de buena parte de su
siglo y de los precedentes.
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