Ha pasado desapercibido el fallecimiento de uno de los científicos españoles más importantes del siglo XX: Francisco José Ayala. Nacido en 1934 en Madrid, el 12 de marzo de este año habría cumplido 89 años. Era, probablemente, el más internacional de nuestros científicos actuales.
Ayala fue un niño al que no le faltó nada en los años de la postguerra española, en los que veraneaba en la localidad segoviana de La Granja de San Ildefonso y en la madrileña de San Lorenzo de El Escorial. Alumno de los Escolapios, al terminar su formación preuniversitaria su familia espera que estudie Leyes o Economía, pero que se decanta por las Ciencias Físicas. Después, por la vida religiosa: el noviciado como dominico en Palencia primero y Salamanca más tarde.
Su trayectoria vital estuvo dominada,
inicialmente, por el aspecto religioso, que domina al científico. Es un momento
en el Ayala considera que la ciencia es un elemento subsidiario de la
filosofía, que escribe en latín una tesis de Teología titulada Las enseñanzas de la Divina Revelación sobre
el origen del hombre y que participa en la traducción de la Summa theologica de Santo Tomás de
Aquino (1960).
En esta etapa, en Salamanca, es capaz de ir desde el seminario de San Esteban al palacio de Anaya, colgar los hábitos un momento y ponerse la bata para realizar observaciones científicas en el laboratorio del genetista Fernando Galán Gutiérrez (1908-1999), catedrático de Biología en la Universidad de Salamanca desde 1936 hasta su jubilación. Después hubo una segunda etapa en la que ciencia y religión se expresan simultáneamente en el madrileño, una tercera en la que la religión va ocupando un lugar más secundario que la actividad científica y un último periodo en la que sólo la ciencia tiene sitio en el quehacer del madrileño, aunque siempre entendiendo que ciencia y religión son consideradas por él como dos formas diferentes de entender el mundo, algo que se manifestó perfectamente en un intelectual de la talla de S. J. Gould. Y es que ciencia y religión son dos formas de afrontar la vida y de entremezclarse en las vivencias del biografiado.
En su vida se produce la ordenación sacerdotal
en 1960, la secularización, boda, hijos, divorcio, nueva boda (con una ecóloga
casi 20 años menor que él), naturalización como estadounidense en 1971,
empresario vinícola con más de 2.000 acres de viñedos y capaz de realizar un
trabajo científico de campo con la compañía de su familia. En fin, un hombre
con muchas facetas al que le gusta trabajar y la “buena vida”: viajar, comer
bien, disfrutar del arte, de la música,
etc. Ayala se muestra comprometido con los diferentes aspectos de la cultura.
El biólogo madrileño es un trabajador
infatigable que llega a publicar alrededor de 1.000 artículos científicos y de divulgación
y unos 40 libros; ocupa permanentemente su tiempo y asiste a cualquier reunión:
de la Academia Nacional de Ciencias, de la Orquesta Filarmónica de California —
organizaciones de las que era miembro— o de la junta de vecinos.
Con Theodosius Dobzhansky (1900-1975), uno de los más importantes estudiosos de la teoría de la evolución, tiene una excelente relación personal y científica. Es padrino de sus hijos y es el principal, o primer responsable de que su vida discurra en Estados Unidos. Dobzhansky lo anima a incorporarse a la actividad académica de la Universidad de Columbia porque, aunque carente de formación biológica académicamente reglada, terminó siendo profesor universitario y, en primer lugar, de investigación asociado en el Instituto Rockefeller. Con Dobzhansky, Ledyard Stebbins y Valentine escribió un libro que ha sido y es punto de referencia en las ciencias biológicas: Evolución (1977).
El nivel intelectual de Ayala hizo que fuera codiciado por sus
colegas universitarios americanos y así, cuando se inició la década de los 70,
tres universidades ofrecieron un puesto a Ayala: la de Davis, Berkeley y la del
Sur de Florida. Eligió la primera.
Aunque se nacionalizó americano, a su
laboratorio fueron numerosos investigadores españoles, porque Ayala mantuvo
siempre una actitud de puertas abiertas a investigadores de todo el mundo y es
verdad que entre ellos estaban españoles (Rosa Tarrío, Francisco
Rodríguez-Trelles, etc.)
Realizó significativas investigaciones sobre la malaria y la enfermedad de Chagas y tuvo una gran importancia en lo que fue el Proyecto Genoma Humano, al frente del cual estaban James Watson y una Junta de Consejeros Nacionales entre los que se encontraba el español; fue presidente en 1995 de la American Association for the Advancement of Science (AAAS), la organización científica más grande del mundo; también estuvo, con varios premios Nobel y sobresalientes académicos, entre los consejeros científicos del Comité Presidencial de Consejeros en Ciencia y Tecnología del presidente Clinton; y recibió la Medalla Nacional de Ciencias en 2001, el más importante galardón que un científico norteamericano puede recibir en su país.
Una gran biografía sobre Ayala de Susana Pinar |
También interviene en las polémicas sobre el denominado Diseño Inteligente y su pertenencia al grupo en el que estaban científicos como Michael Ruse y S.J. Gould, lo que hizo que la Fundación Templeton le otorgara en el año 2010 su premio máximo. Sin embargo, como siempre sucede en este tipo de decisiones, hubo científicos que recriminaron al evolucionista el haber aceptado un premio de una institución de carácter religioso. Quizá no tenían muy claro que las instituciones otorgan premios según su criterio y los agasajados los aceptan de acuerdo son el suyo; hay que resaltar que ese premio también lo recibieron otros importantes científicos como el astrónomo Martin J. Rees y el físico y matemático Freeman Dyson.
No hay comentarios:
Publicar un comentario