Soldado del espíritu, el investigador defiende a su patria con el microscopio, la balanza, la retorta o el telescopio (Santiago Ramón y Cajal)

10 mayo, 2012

Un manifiesto conservacionista de 1898

En el año 1872 los EEUU iniciaron una política internacional conservacionista con la declaración de Parque Nacional al de Yellowstone y España fue pionera a la hora de aceptar esa forma de entender el medio natural. El 6 de abril de 1902, el que fuera ingeniero de montes tarraconense Rafael Puig i Valls (1845-1920), presentó las bases del proyecto de Parque Nacional de la Montaña de Montserrat.

Poco antes, el 21 de septiembre de 1898 escribía en La Vanguardia una especie de manifiesto titulado “La Patria y el árbol” en el que, entre otras cosas, se podía leer lo siguiente:
 “No hay agricultura posible sin montes, ni montes sin el amor de los pueblos a los arbolados. Por esto quien sepa inspirar a las generaciones del porvenir, el amor al árbol, habrá hecho a España un beneficio incalculable.
Mi proyecto, pues, que espero realizar, con la ayuda de Dios, no tiene más mira que despertar el amor a los arbolados, en los hijos de España.
Para conseguirlo ofrezco quinientas pesetas al autor de la mejor cartilla forestal, escrita en castellano, que contenga dos partes: una, compuesta de diez aforismos, encaminados a exponer, en brevísima forma axiomática, los beneficios que reporta el hombre de la conservación y el fomento de los montes, y el delito que comete contra las generaciones presentes y futuras el que tala furtivamente árboles de monte, delito que la naturaleza tarda a veces siglos en borrar de la superficie de la tierra; y otra, que deberá satisfacer las condiciones del programa redactado por un Jurado idóneo, y cuyo espíritu estará inspirado en la necesidad y la conveniencia de conservar y fomentar los arbolados, dando reglas concisas, precisas y prácticas para conseguirlo, puestas al  alcance de los niños que vayan a las escuelas comunales.
La cartilla premiada, si llega a ser declarada obra de texto, podrá ser editada por su autor, pues yo le cedo todos mis derechos, con tal que el reparto de beneficios quede distribuido en la siguiente forma: una cuarta parte para el autor de la obra deducidos los gastos de impresión, durante diez años, y las tres cuartas partes restantes para los maestros de primera enseñanza que dediquen dos meses del año a la explicación y enseñanza de la cartilla forestal.
Pasados los diez años a que me refiero en el párrafo anterior, si la Escuela de Ingenieros de Montes acepta el encargo, la edición de la cartilla correrá a cargo de la Junta de profesores, y las ganancias o sea su derecho a la cuarta parte servirá para fomentar la biblioteca o las colecciones de la Escuela, a juicio de aquella Junta.
La parte de cartilla dedicada á aforismos, se insertará en un encerado especial en cada escuela municipal, con carácter de perpetuidad; y se escribirá en lengua castellana, catalana y vascuence ó en el dialecto propio de la provincia o región en que esté fundada la escuela.
Si el Gobierno lo considerara procedente y útil, podría ordenar que los aforismos se escribieran, con carácter de perpetuidad también, en un cuadro de grandes dimensiones clavado en uno de los paramentos del consistorio de cada pueblo, y en sitio muy visible para que fuera continuamente recordado por los encargados de administrar los intereses de los pueblos.
Los maestros de escuela, como testimonio de consideración y adhesión al pensamiento, deberían cuidar de la celebración anual de la “fiesta del árbol” en  cada pueblo, instaurando la fiesta como se ha hecho en Madrid, de manera que, acompañados los niños por las autoridades civiles y eclesiásticas, subieran al monte y allí, en el rodal llamado “de la escuela”, se ejercitaran en plantar uno o varios árboles de monte, dando a los niños el aliciente de un día de campo, de merienda comunal y de respeto y consideración al bosque que es, y debe ser siempre, la mejor garantía de la existencia de los pueblos forestales de la nación.
Para realizar este proyecto, no pido a nadie cosa alguna; ni a los gobiernos, ni a los pueblos, ni a los particulares. Al autor de la cartilla le ofrezco una cantidad que me parece remuneración decorosa del tiempo y del trabajo empleados en meditarla y escribirla; si la obra fuera declarada de texto, la remuneración que cedo al autor, tratándose de una nación que cuenta los municipios por millares, aún vendiéndose la cartilla a precio bajísimo, podría proporcionarle una pequeña fortuna; a los maestros de escuela, tan desatendidos y maltratados, les ofrezco las tres cuartas partes de la venta de la cartilla, cantidad que doy gustoso como tributo de respeto y consideración debidos a los que dedican sus vigilias a la importante tarea de levantar el nivel intelectual de nuestra patria.
Y si alguien creyera, después de leer este proyecto, que el autor del pensamiento nada guarda para sí, yo he de exponer aquí, con sinceridad, que me guardo la mejor parte, la que no se puede comprar con todo el oro del mundo, la del goce de la hermosa recompensa de asociar mi nombre a la reconquista de nuestras montañas abandonadas, sin que cueste a la nación una lágrima, ni una gota de sangre. Si yo lograra este resultado, mi paso por el mundo no habría sido estéril, porque dejaría un surco labrado, con mi pensamiento, en todas las montañas españolas”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario